Compartimos columna publicada en el diario Portafolio el día de hoy sobre crisis institucional
Por:
Germán Umaña Mendoza Julio 10 de 2013 - 8:06 pm
¿Crisis en las instituciones gremiales de los sectores productivos? La
respuesta es relativamente obvia: los gremios más conocidos representan a los
más grandes y a los más poderosos, pero, ¿qué ocurre con todos los demás?
Algunos ejemplos:
La Asociación Nacional de Empresarios (Andi), en el pasado la más influyente
agremiación de los industriales, hoy se debate en una crisis de identidad.
Uno se pregunta a quiénes representa ¿A las multinacionales, a los
importadores, a los sectores industriales, que en sus producciones incorporan
esencialmente insumos importados, o a las industrias nacionales con
encadenamientos productivos importantes con otros sectores del capital nacional
(agropecuario o industrial)?
En la práctica, parecería imposible atender intereses evidentemente
contrapuestos. O se silencia o se interviene exclusivamente en aspectos
macroeconómicos o políticos y, eso es lo que ocurre.
La Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), gremio de gremios del sector
agropecuario, tal vez es el organismo que más claridad ha tenido con sus
investigaciones y estudios sobre las consecuencias del desordenado proceso de
internacionalización y apertura económica, y sus nefastos efectos sobre la
soberanía y seguridad alimentaria.
Sin embargo, lejano a los pequeños y medianos productores, y sin ninguna
influencia sobre el campesinado y sus organizaciones.
Basta ver su pobre papel en las actuales protestas y el paro agrario, que se
cierne como una amenaza y es la respuesta –buena o mala– a la crisis en el
campo. Lo mismo pasa con la Federación de Cafeteros.
Las cámaras de comercio, y notablemente las de las grandes ciudades:
bellísimas oficinas, costosas nóminas, recursos cuasiparafiscales ingentes.
Sustituyen, sin muchos aciertos, a las instituciones de las ciudades. Imponen
sus condiciones, opinan y estudian desordenadamente sobre todo, hablan de
competitividad, y ellas mismas tienen profundas falencias en esa materia. ¿Qué
harían sin los recursos públicos?
Mientras tanto, desde los actores que no se sienten representados surgen
nuevos movimientos que aún no tienen fortaleza institucional, pero sí capacidad
de negociación.
Captan la real problemática y entienden que el modelo de desarrollo está con,
por los menos, tres de las cuatro llantas pinchadas (no promueve la oferta,
contribuye a la competencia desleal y, como consecuencia, pone en riesgo de
desaparecer a muchas de las actividades productivas).
La respuesta del Gobierno es la de las prebendas: a los poderosos ya se las
han dado todas, es difícil pedir más.
A los demás, como los taxistas: “cobran o pagan, de acuerdo con la carrera y
con el pasajero”. Reparte subsidios de acuerdo con la magnitud de la protesta y
se niega siquiera a contemplar la posibilidad de entender que lo que falla es la
desordenada internacionalización, la exclusiva apertura hacia adentro, y la
ausencia de política productiva, tecnológica y de fortalecimiento de las
instituciones.
Germán Umaña M.
Decano de la Universidad Central