La Junta Directiva tiene programada una reunión general con los integrantes del CIEQ para el lunes 7 de abril del 2014 en las instalaciones del Comité de Ganaderos del Quindío. El tema a tratar es el pacto agrario, por tal motivo compartimos el siguiente articulo que invita a reflexionar sobre acciones necesarias para superar el problema del sector agropecuario en nuestro país.
Martes, Septiembre 3, 2013 - 22 (Articulo de Juan David Enciso Congote)
El campo y los universitarios
El aporte de los universitarios a la crisis del agro no son las marchas; me
refiero al papel que deben jugar estudiantes, docentes e investigadores. El
único responsable no es el Gobierno, y no tiene sentido que la participación de
quienes se dedican al estudio y producción de conocimiento en el país sea la
misma que la de los campesinos dolientes. Ahora que pasó el momento de
efervescencia y calor vale la pena reflexionar con calma para extraer lecciones
y proponer roles para el futuro.
Para entender el problema tenemos que partir de una pregunta básica: ¿cómo
se aborda el tema en las aulas? Hace poco me preguntaba un amigo, oficial de la
Armada: ¿tenemos el mismo interés de conocer los rincones del país que el que
ponemos en facilitar intercambios internacionales? ¿Con qué frecuencia nos
desplazarnos a las zonas donde viven y trabajan nuestros campesinos, a fin de
entender la relación que tienen con la tierra y el trabajo; sus dinámicas
comunitarias y políticas; sus desarrollos empresariales, sus necesidades de
infraestructura; los intereses y juegos de poder que se presentan entre actores
locales y la manera como se ven afectados por las normas provenientes del
ordenamiento nacional?
Luego, vendría otra pregunta: ¿están incluidas estas materias en los
currículos de programas profesionales de naturaleza técnica, tales como
agronomía, economía, administración o ingeniería? ¿Se tiene en cuenta que un
determinado avance tecnológico tiene consecuencias económicas, sociales y
políticas? ¿O que un modelo de desarrollo social supone una relación de
interdependencia con actores nacionales e internacionales que poseen mayores
recursos económicos y tecnológicos? Hablando con otro amigo, geólogo, le
preguntaba qué tanto se estudia en su carrera la realidad de las comunidades
vecinas a los proyectos mineros; la respuesta fue un silencioso movimiento de
cabeza, cargado de algo de contrición.
A veces queda la sensación de que, avanzado ya el siglo XXI e inmersos en
la sociedad del conocimiento, todavía nuestros ejercicios académicos se agotan
en lo ideológico; recriminaciones de parte y parte que se dedican más a señalar
las debilidades de la postura contraria que a mostrar las posibilidades de
éxito del propio modelo: que si las políticas neoliberales o populistas; que si
la izquierda o la derecha. Nuestros estudiantes pasan por las aulas, semestre
tras semestre, repitiendo teorías de autores ajenos, o uniéndose a las críticas
de tantos pensadores latinoamericanos que insisten en denunciar la marginación
de nuestros pueblos, sin proponer esquemas de innovación e inserción en una
sociedad que hace mucho tiempo es global.
La mejor maestra para comprender la realidad social es la realidad misma;
la constatación de la vida de las comunidades con su carga de pobrezas y
riquezas. Cuando el profesor se sienta con sus estudiantes para discutir sobre
lo que pasa en un escenario determinado, desde la observación sistémica y
detallada, en ese momento los universitarios están en condiciones de proponer
verdaderas opciones de innovación y competitividad para el sector agrario. Pero
queda la sensación de que este tipo de investigaciones es exclusivo de áreas
como antropología o sociología, sin que se dé la discusión interdisciplinar,
que permita comprender las implicaciones tecnológicas, económicas y
organizacionales de los fenómenos sociales. Ese es el insumo de políticas
públicas viables y pertinentes, en las que los actores locales son
protagonistas, no sólo víctimas.
Por eso el aporte de los universitarios no puede reducirse a la
participación solidaria pero efímera de marchas que, si bien marcan un hito,
quizá dejen una huella lánguida, que no se corresponde con el potencial y la responsabilidad
social que cabe a quienes hemos tenido el privilegio de acceder a la
universidad para aproximarnos al saber superior, al estudio de la verdadera
acción pública.